Así que me enteré que mi madre escribió al Papa en turno dos veces en su vida.
Me lo contó su hermana, mi tía Renée.
Y ayer, me acordé y lo conté a alguien conocido.
Mi madre se iba a casar con mi padre. Todo estaba listo para la boda. ¡En la iglesia, claro!
Mi tía, que nunca creyó en Dios, se dio una vuelta por la iglesia con su bicicleta.
Así descubrió una amonestación en contra del matrimonio de mi madre y de mi padre.
Decía que no se podía casar por la iglesia porque él era divorciado.
Los divorciados no se podían casar dos veces por la iglesia.
Pero lo peor no era eso; era que mi madre no podía casarse en la Iglesia. ¡Era tan mística, tan creyente, ella que había querido ser monja!
Se exponía a la excomulgación; nada peor para ella en este entonces.
Y cómo estaba embarazada, tampoco me podría haber bautizado. Era el infierno puro e infinito lo que le estaba pasando.
Así que le escribió al Papa para que el anulara el matrimonio previo de mi padre.
El Papa jamás le contestó, pero el cura del lugar le aconsejó -con duras palabras- no casarse con semejante persona que no le había dicho la verdad.
Así que mi madre decidió irse lo más lejos posible durante una larga temporada. Temporada en la que yo iba a nacer.
Ilustración: fotografía de Nacho Artega en Unsplash
Bravo!...