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Carta a mí abuela - Carolina Franco Pérez


Ciudad de México, a 3 de enero de 2022


Querida Abuela Amelia:


El impostergable fin de tu reloj de arena llegó en este inicio de año. Hoy, el abuelo te tomó del brazo y se fue contigo, para continuar el andar que habían pausado hace veinte años atrás.


La noticia de tu partida llegó apenas iniciado el día, antes de que los primeros rayos del sol aparecieran en el cielo; el teléfono recibió esa llamada, con las palabras que no hay buen día para escucharlas y que rompió corazones más allá de las fronteras de nuestro país.


Aunque en los últimos años de tu vida, se fue apagando la luz que te caracterizaba, nadie quería que esa flama se exingeniera porque eras la columna vertebral de la familia y al irte al plano celestial nos dejaste con una gran tarea; la responsabilidad de permanecer unidos tras tu partida y abonar más al amor, que a las diferencias que nos han marcado por tanto tiempo.


Mi reconocimiento porque a lo largo de tu vida fuiste una mujer que surgía de las cenizas como un ave fénix; única, irrepetible y que brillaba como la estrella más luminosa existente en el firmamento; la cual amaba vivir con todas sus fuerzas y aunque el paso del tiempo había marcado su paso sobre tu piel, tú eras una jovencita que tan sólo rebasó el siglo de edad en esta tierra.


Me queda claro que viviste con libertad, autodeterminación y mucho valor, por lo que me siento muy orgullosa de ser tu nieta. Nunca me había imaginado, que no te habías casado por la iglesia y que habías vivido con mi abuelo antes, en el Distrito Federal.


También siempre me llenó de asombro que estabas hecha de una madera muy resistente, la cual era capaz de sobrellevar las adversidades más duras y que a su vez, imponía una disciplina bárbara para quienes te rodeaban, así como a los que te querían.


Uno de tus rasgos particulares, fue que siempre quisiste que la gente te viera lo más guapa posible y con un porte, que pocas personas pueden presumir. El cabello teñido, el maquillaje, los aretes, los collares, la ropa impecable y el traje nuevo para ocasiones especiales, era imperdonable, no por nada eras la Reina Madre. Así se lo recordaste a mi mamá cuando llegaste de improviso a casa y viste indignada que mi hermana iba a una fiesta, repitiendo atuendo, que para ti era de las peores cosas o en mi primera comunión, cuando me colgaste una cruz de plata en el cuello, porque: «¡cómo era posible, que no trajera nada que llevara con el vestido!»


Otro de los momentos que guardo (léase una risa malvada) fue cuando regresaste de Cuba y mis tíos nos mostraron la foto donde estás sentada en la playa, posando en traje de baño con un desenfado y sin que los años te pesaran. Amelia ¿cómo te reconciliaste con tu cuerpo? Porque es bien sabido que, ante la menor insinuación, como tomar medidas para la confección de un conjunto, preguntaste: «¿me tengo que encuerar?» Para poner manos a la obra.


Tus frases célebres, que no tenían parangón; la de la educación sexual, que nos decías a las nietas, y que hacían ruborizar a mis tíos: «hija todo lo del huerto, menos el melocotón»; la de la protección familiar: «la sangre se defiende»; la que aplicas cuando quieres comer sustanciosamente, pero te haces de la boca chiquita: «tengo un piquito de hambre» (que era un caldo tlalpeño en el Toks); la de la sinceridad por delante: «puedo perdonar la mentira, pero la burla jamás» y la utilizada para comprarte tus gustos: «yo tengo el dinero, que me dejó mi esposo», por mencionar las más presentes y que levantaban asombro entre los oyentes.


Por esa y muchas razones más, eras una abuela única en su tipo; espero, algún día ser un poco de la gran mujer que fuiste.


Te quiero abuela y el sentimiento de extrañarte no desaparecerá; sin embargo, vivirás a través de mi mamá, mi hermana, mis tías, mis tíos, mis primas y mis primos, tus bisnietas y tus bisnietos; así tu historia se seguirá tejiendo nuestra historia.


Sé, que estás tranquila junto el amor de tu vida, sin dolores físicos y que deleitas a todo el cielo cantando la canción de “Nuestro Juramento” hecha famosa por Julio Jaramillo:


No puedo verte triste porque me mata Tu carita de pena, mi dulce amor Me duele tanto el llanto que tu derramas Que se llena de angustia mi corazón

Yo sufro lo indecible si tu entristeces No quiero que la duda te haga llorar Hemos jurado amarnos hasta la muerte Y si los muertos aman, Después de muertos amarnos mas

Si yo muero primero, es tu promesa Sobre de mi cadáver dejar caer Todo el llanto que brote de tu tristeza Y que todos se enteren de tu querer

Si tu mueres primero, yo te prometo Escribiré la historia de nuestro amor Con toda el alma llena de sentimiento La escribiré con sangre Con tinta sangre del corazón


Hasta luego Mela, porque algún día nos volveremos a ver…


Con cariño,

Tu nieta Caro Franco

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