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Invitando a un Nuevo Día De Muertos - Marichoni

"Al fin que para

morir nacimos."

De la sabiduría popular



    Todas las culturas han tenido un culto a la Muerte. El ser humano, desde que tomó conciencia de la vida, reconoció a la muerte como parte de esa vida.


    México, ese país lleno de colores y tradiciones, desde que se conformó como el México de dos raíces, las unió en una sola idea, hay una trascendencia en la muerte.


    Entre las culturas prehispánicas, la muerte estaba presente en sus celebraciones, en su culto a sus dioses, en su cosmovisión. Cuando los europeos llegaron, encontraron un punto de coincidencia: una vida diferente después de la muerte, pero al fin vida. Allí se presenta una unión de creencias, un sincretismo, es decir, una forma de mestizaje ideológico en la unión de esos conceptos teológicos.


    En la tradición mexicana, de ese México surgido de ambas raíces, una prehispánica y otra traída por los hispanos, que, en la mezcla, se vuelven una, se da la gran tradición del Altar de Muertos.


    Todos, en nuestro país, de una manera o de otra, ya saben que es un altar de muertos, una ofrenda y sus elementos, pero esto cada quien lo asume con una postura personal, una manera de responderle a la propia filosofía y a sus creencias en esa manera de ver y vivir dicha celebración.


    Yo solo puedo compartir desde mi experiencia particular, desde lo que viví y lo que he podido integrar con la aportación y el conocimiento que, con conciencia he tenido la oportunidad de integrar para darle una sola forma a mi enfoque personal.


    Desde que tuve conciencia, la muerte tuvo impacto en mi vida, a los ocho meses de nacida, la pérdida del hermanito que me antecedía, dio sentido de realidad al ambiente que me rodeaba. Mi madre en su tristeza, no podía dejar de atender lo que yo requería, yo no podía responder por mí sola, contaba con su atención. Tal vez esa realidad la conectó nuevamente con la vida.


    Mi padre, como buen hombre del siglo XX, no mostraba abiertamente su sentimiento, pero mucho después me decía que en mi sonrisa de bebé de menos de un año, encontraba consuelo y volvía a conectarse con la vida.


    Cuando, muchos años después, murieron mis abuelos amados, con diferencia de cinco meses, sin esperar mucho tiempo uno por otro, al constatar nuevamente la muerte, mi fe, sin dudar un instante, la relacionó con otra forma de vida, al fin y al cabo, vida.


     Mi madre, de forma intempestiva y desconcertante, murió de un día para otro, desolación y tristeza por su partida, sobre todo para mi padre, que quedaba sin el amor de su vida. Me dediqué a procurarlo, a aprender a hacerme presente en su vida hasta convertirme en necesaria para su día a día. Otra vez la vida me llamaba con fuerza para centrarme en ella, en la vida.


    Cuando, ya mayor, aprendí sobre la tradición de esa celebración del día de muertos de tanta gente que compartía mi país y hacía cada año,  y yo no reconocía como mía, empecé a reflexionar sobre su significado, sus características y significados y poco a poco le di un sentido para mí. Además, ya tenía en mi historia, varios muertos cercanos.


   Nunca he puesto una ofrenda en lo personal, pero en mi trabajo, lo he hecho cada año.


    Me gusta la tradición, le he dado un significado personal y cultural y sé que ahora, incluso a nivel internacional, es una celebración que me da identidad, que me lleva a reconocer elementos que, siempre, en un Altar de Muertos, me hace hablar de la vida.


    Mi fe me dice que la muerte es un paso para permanecer en eternidad. No discuto con nadie si esto lo considera como verdad o como mito, ni siquiera lo discuto conmigo misma, sé que, si es verdad, lo comprobaré un día, si no lo es, ni me voy a enterar, por ello no me preocupo. 


     Ahora lo que rescato de todo esto que representa la Celebración de Muertos: mientras yo tenga vida, mis seres queridos que ya se han ido, nunca serán olvidados, me dieron lo que ahora soy, por eso de otra manera, los invito en estos días a celebrar Un Día de Muertos, que los traerá al presente. Mi recuerdo siempre dirá, mientras yo viva, viven conmigo y este día los invito a cenar.



Ilustración: Fotografía de Chris Luengas en Unsplash

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