Hace poco instalaron la feria que anualmente ponen en la celebración de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Iztapalapa.
Cierran la circulación vehicular de donde se ponen, por las calles transversales es imposible el paso, entonces hay que rodear para llegar a tu destino.
Este año sentí nostalgia porque pasé por el rumbo donde vivían mis padres, un gran recuerdo se apoderó de mí. Mi corazón extrañó ver la figura de ellos, en la cotidianidad del pasado, me los encontraba en el camino, ya fuera a mi papá o mi mamá.
Nunca supe por qué a mi mamita le gustaba tanto que se instalara la feria, el por qué la esperaba con emoción. Ella era feligrés de la iglesia y seguramente conocía, qué mejoras deseaban hacer a la parroquia.
Y empezaba a invitarnos a nosotros, sus hijos “Vengan a la feria, se pondrá el domingo”, pero con tal convencimiento que invariablemente hacíamos acto de presencia. Obviamente con algo de comer para compartir.
Como anécdota detallaré que mi papá, le pidió a Guillermo, mi esposo, apoyo para hacer un diseño de las cúpulas y barda exterior de la iglesia en construcción, la idea ya venía en papel albanene enrollado, con huellas de haber pasado por varias manos.
Recuerdo la cara de los dos cuando estaban cuajando esas ideas, mi papá quería llevárselos ¿ya? ¡ya!. Memo pacientemente redibujaba los trazos existentes con medidas y toda la cosa.
Mi papá, de oficio maestro de obras, fue el encargado de llevar a cabo esa primera construcción en los años noventa.
Continuando con la feria, también se instalaba en la colonia Tezozómoc, en Azcapotzalco, la celebración de la Patrona de la colonia, “Nuestra señora del Carmen”. Esa feria era mucho más grande.
Y por supuesto era motivo para hacer comida familiar. A mi realmente no me atraen ni las ferias ni los circos. Pero la convivencia me encanta. Las disfruto harto.
¡A platicar señores! Si no ¿a qué se vino?
Ilustración: fotografía de Utku Ozen en Usplash
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