Recogíamos leña cuando nos encontramos.
La buscábamos para enceder una fogata.
Juntos prendimos mi fuego.
Nos sentamos alrededor de él.
Pasaron las horas y los días.
Hasta, que las llamas me quemaron las manos.
Giré para preguntarte si ¿te estaba pasando lo mismo?
Y no te encontré.
Desconcertada, te busqué.
Te llamé por tu nombre y nada.
Un silencio se hizo presente.
Desde ese día, el fuego se está extinguiendo.
Las maderas pronto serán cenizas.
El polvo se lo llevará el viento.
Así sólo quedará el recuerdo de nuestra luz.
Y mi caminar continuará.
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