Por un camino poco conocido pronto llegaría a su destino por montes, lagos, mares y toda clase de caminos tortuosos. La ceremonia que cada año se celebraba estaba a punto de comenzar y no podía darse el lujo de llegar tarde.
Detrás de la luna pálida se asomaban estrellas rotas por la neblina. Un gnomo zapatero diseñó las botas especialmente para ella, llevaba un sombrero rojo acabado de estrenar y una nueva verruga en la nariz.
El frío, la niebla y el viento anunciaban una gran tormenta. Continuó volando sin detenerse por encima de la ciudad pero de pronto, un ruido horripilante invadió la noche; truenos y rayos rugían sobre las laderas y los montes, la lluvia comenzó a azotar en todas las direcciones…Había bebido un poco de tequila y andaba pasadita, perdió el equilibrio, se estrelló y quedó colgada de un cable telefónico.
Intentó zafarse sin lograr nada tras varios conjuros. Entre maldiciones y malos augurios que resonaron en todo el firmamento les gritó a los sapos, murciélagos, víboras, gatos y lagartijas hasta agotar sus poderes.
Desesperada cortó las agujetas pero de tanto hechizo las botas quedaron colgando en el cable telefónico y ella cayó estrepitosamente contra el suelo.
Con los bucles despeinados, descalza, la cara sucia y mojada hasta los huesos tomó su escoba y emprendió el vuelo….debía llegar a tiempo a la ceremonia del día de muertos.
Despeinada o descalza, pero hay que llegar