Los zapatos relucientes - Alicia García Castelazo

Les voy a platicar una anécdota, que me sucedió el año pasado. Fue algo verdaderamente curioso, rayando en lo absurdo.
Un día al llegar al taller al cual asistía, me senté muy quieta y callada, no conocía a nadie…. No miraba a nadie, ni volteaba a ver a ningún lado… pero de reojo vi unos zapatos brillantísimos y relucientes a mi derecha, entonces rápidamente me volví a ver mis zapatos y… que pena….en comparación con los del vecino estaban hechos un asco,.. así… Que lentamente fui guardando mis pies y por supuesto mis zapatos debajo de la silla.
Después de un largo rato, sin pensar, quise estirar las piernas y….no pude, no pude moverlas, trataba y trataba y no podía, me agache a ver que pasaba y vi a mis zapatos que estaban atorados en las patas de la silla, por más que trataba de desatorarlos ellos se aferraban fuertemente a las patas, mirándome con ojos de súplica…extrañada no llegaba a comprender lo que pasaba, hasta que caí en cuenta que estaban avergonzados y no querían salir para que no los vieran junto a los zapatos brillantes y relucientes que se pavoneaban orgullosos al otro lado. Discretamente en el receso cambié de lugar y así mis zapatos se tranquilizaron.
Actualmente pongo mucho cuidado en darles lustre a mis zapatos, hasta les echo saliva…como los boleros.. pero nunca me quedan tan…tan…tan… brillantes como los de mi vecino del año pasado.
Moraleja: Hay que bolear siempre los zapatos, no te vayan a tirar cuando no quieran caminar.