Honor a mi bicicleta
que me lleva a donde
yo quiera.
Al descapotarla
el corazón hace tum – tum.
Me tropiezo con Pancho
¡grrr, grrrr!
En idioma perruno le digo
¡quítate!, déjame pasar.
!sácate! ¡tú no vas!
Respiro aire fresco o el
calor abrazador del día.
Desde que me monto,
me siento ágil y ligera
como el viento.
Empiezo a pedalear,
A agarrar ritmo,
¡Qué lindura!
Paty, la señora que vende
ropa, está
colgando sus ropajes,
los arregla.
Tiende
en el piso los muñecos
de peluche, por catego,
los más finolis atrás, no
vaya ser,
que agarren camino.
A luego me topo con los
muchachones que venden
verdura y fruta,
bien buena, por cierto.
Les grito ¡Bonais, Bonais!
que quiere decir
buenos días, y me gritan
¡adiós Bonais!
En el pollo, hay harta
gente, como si todos
hoy comieran pierna
y muslo.
Quedan de lado
los pollos destazados,
sin piernas y sin muslos.
Haciendo la cola, no falta
a quien saludar o platicar.
Así no se hace larga la espera.
Afuera están las tortillas,
ahí te dice el chama
¿hola amiga, cuánto?
¿Quieres una calientita?
¡Claro! Me la echo con
salsa taquera o verde
según haya sido el
gusto del muchacho.
La marchantita de la
esquina, deja escoger
lo que uno quiera,
no como quiera
cualquiera te deja.
Completada la compradera,
regreso con la lengua de
corbata, pero, feliz.
Soy recibida por Panchito,
que pregunta ¿qué me trajiste?
¡sáquese! ¡déjeme pasar!
Lo desconozco, je je je.
Ilustración: Fotografía de Kevin Lethla en Unsplash
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