Poesía, haces poesía con tus manos.
Invocas la magia de hacer. No necesitas de varitas mágicas, hechizos, patas de conejo ni veneno de víbora.
Tú, en silencio, pones manos a la obra.
A veces con un mazo creas una ventana y dejas que el sol entre a raudales a la habitación antes en penumbra.
Otras veces traes color sobre un muro, desapareces las manchas del tiempo, lo renuevas y con la brocha le pones un vestido nuevo.
Algunas más tus manos extraen de una semilla la vida vegetal con sus hojas verdes y lisas, con sus flores prodigio para las abejas y mis ojos.
De tarde en tarde tomas control del fuego, transformando el agua en sopa, la ofrenda animal en viandas que se llevan a la mesa para ser pretexto de reunión y gozo de compartir.
Y siempre, cada vez, tus manos me renuevan la piel, la nutren de caricias. Hasta que de a poco, de la mujer que suelo ser, emerge la mujer que amas.
Ilustración: fotografía de Al Soot en Unsplash
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