
El árbol se está secando, ya no guarda la frescura de tiempos pasados;
Las flores, que tanto atesoró, ya no adornan su abundante cabellera;
El tiempo ha surcado su piel, ahora las marcas son evidentes al tacto.
El árbol le confiesa a su amiga la ardilla, que sus ramas ya le duelen;
No se lo ha dicho al aire, porque la molestia es efímera como un soplido;
El árbol se aferra a la vida, apretando sus raíces contra la tierra,
Repitiéndose: “todavía, no es tiempo de partir”.
El árbol sueña con un mañana donde los seres puedan florecer,
Dejen sus miedos, en el ayer, y puedan disfrutar el amanecer,
El árbol anhela sentir el calor el sol, al menos, un día más.
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