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La cotidianidad - Carolina Franco Pérez




Apenas doy un paso en casa y un suspiro sale de mí, he llegado a mi espacio seguro; pongo en la mesa del recibidor mis llaves, mi cartera y mi celular. Después corro al sillón, para olvidarme por un momento del trabajo.


Beso a mis hijas, después de una jornada de ir y venir entre las mesas del bar, sin descanso; ellas son mi impulso para atravesar la ciudad por las noches, en especial, las de los viernes que suelen ser las jornadas más agotadoras.


Fortaleza, es la palabra que me repito para que mis manos tomen la borla de algodón para limpiar el labial rojo de mis labios, el rímel negro de mis ojos y la base morena, que apliqué sobre mi rostro.


Noche tras noche, todas iguales; la misma ruta de camión para llegar al trabajo, también el bar luce igual, desde hace ya un tiempo, y el espectáculo de “La Liosa”, ya no me produce una sola risa. Después, el regreso a casa para sobrevivir un día más.


Respiro y me quedo dormida profundamente, despertaré hasta que los primeros rayos de sol entren por mi ventana.


Repito mi rutina de la cotidianidad, inicio bañándome, después adorno: mis oídos con un par de aretes en forma de luna, mi cuello con mi collar favorito, mi dedo anular con el anillo que me regaló mi madre en mi cumpleaños, mi muñeca derecha con un brazalete dorado y me pongo un vestido, para dejar a las niñas a la escuela.


Se adelantan las horas y llega el momento, en que el reloj se detiene para marcar la salida de la casa al trabajo.


Grotesca noche, un hombre mayor se acerca en el bar, me dice <<eres muy guapa y sé, que no la tienes tan fácil ¿quieres venir a casa conmigo? Yo te puedo ayudar a que recibas un dinerito extra cada mes>>


Me despierta el olor a tierra mojada, no volveré a ver a mis pequeñas, ni repetiré mi rutina, no sé ni siquiera dónde estoy. Mi camino fui interrumpido, por la sombra que persigue a las mujeres en su andar en este país y la cual, ya ni el sol parece alejar.


Este texto tiene el propósito de visibilizar a las víctimas identificadas de feminicidio en Atizapán. De ahí, que cada párrafo inicia con una de sus iniciales para nombrarlas y no olvidarlas: Alyn Berenice, Flor, Norma, Reyna, Rubicela y Gabriela.


Finaliza con una M, por todas las mujeres que todavía no han sido reconocidas por las autoridades.



Ilustración: fotografía en Unsplash de Deborah Diem

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