El tiempo te lo dirá,
qué será, será.Soy joven estudio para ser maestra, pero me encantará casarme. Tendré cinco hijos: 3 hombres y dos niñas. Los voy a seguir en su vida.
Tal vez ellos me harán abuela de, por lo menos trece nietos y, lo más significativo será que, quizá, ninguno vivirá en el mismo lugar, estarán en distintas ciudades, en distintos países y, probablemente, en diferentes continentes.
No sé cómo voy a seguir su vida, pero sé que lo haré porque van a ser lo más importante en la vida.
Me gustaría imaginar que saldrán de casa y la abandonarán para hacer algo grande por ellos y por los que vendrán después de ellos, sus hijos. Pues, así como yo, tendrán la intención de continuidad.
Aprenderé a despedirme sin derrumbarme, tendré la esperanza de verlos de nuevo y seré capaz de trasladarme hasta donde esté cada uno, de viajar para ir a su encuentro.
Tal vez siembre un árbol de limones que me sirva de compañía y sus frutos los consideraré como un logro personal, también crearé un pequeño lugar para cultivar rosas que adornen mi mesa cuando tenga que consumir el alimento en soledad porque esos hijos habrán dejado el nido.
Y aunque sepa que algún día desapareceré, mientras llega ese momento, tendré que construir lo que haré cuando me encuentre sin nadie que comparta las paredes de mi hogar.
Crearé un proyecto de trabajo, un espacio en el que continúe la labor que ellos me hicieron iniciar: educar, que para mí será sacar de dentro eso valioso que Dios dio a cada uno y que hay que ayudar a aflorar y, cuando tenga ochenta años, si es que llego a cumplirlos, todavía seguiré realizándolo para no ver pasar los días solamente, sino seguir pensando y desarrollando con creatividad el vivir con cada amanecer, aportando al mundo mi granito de arena para hacerlo más humano y cercano a ese motivo que tuvo el Creador cuando lo creó, ayudar a que cada uno logre sacar de sí lo mejor que tiene dentro.
Quizá así será y si no, la vida me ha de costar.
Ilustración: Fotografía en Unsplash