Para Irma, porque así vive en mis recuerdos.
Para Guadalupe, por el milagro del Tepozteco.
Las abuelas que abrazo no son como las de antes.
Trepan al Tepozteco, viajan a Nueva York.
Montan en bicicleta, corren por todo el parque;
se ponen minifaldas, se cuelgan portafolios.
Nada de pelo blanco y mecedoras,
ni roperos antiguos.
Y aunque cuentan historias que todos ignoramos,
no dejan que el olvido les crezca en el cabello.
Son sabias, quién lo duda, pero el cuerpo les bulle.
Son las mujeres que anduvieron muy largo
por rebeldes y nada resignadas.
Agitan cacerolas y dominan la masa
pero saben que existen las ventanas y puertas
y que los sueños valen porque son perseguidos.
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