Volver a ver - Marichoni
- Marichoni
- Jun 12
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No es el fin del mundo,
es el principio de uno nuevo.

Hoy asistí a una reunión en la que volví a ver a varias personas que antaño fueron significativas en mi vida. Representaban un mundo en el que había puesto mi esperanza, mi trabajo y algunas de mis ilusiones. Fue un proyecto que duró más de treinta años y en el que dejé mucho de mí.
Sé que ese tiempo dejó hondos recuerdos y grandes aprendizajes por el impulso que significó para construir mi vivir.
Pero hacia mi tiempo final en ese lugar, algo empezó a cambiar sin yo darme cuenta y sin mucha conciencia de lo que estaba sucediendo detrás de mí ni de cómo ocurría, abrí los ojos y recapacité.
Gracias a que alguien que, de forma un poco falaz, me obligó, primero a pensarlo y después a decidir alejarme de ese lugar, me di cuenta que la nueva visión con la que se contemplaba el proyecto, ya no representaba ni mi esperanza, ni mi trabajo, ni algunas de mis ilusiones, y pude decir adiós.
Confieso que lo hice con gran disgusto y decepción, lo cual nubló el dolor que representaba ausentarme del lugar en el que había estado los últimos veintinueve años.
Pero como la oscuridad en esta latitud en la que vivo, dura solo un corto tiempo, la luz volvió a alumbrar el camino, mi inconformidad se vio compensada de manera providencial por otra oportunidad que se me abrió como un nuevo despertar, y volví a poner mi esperanza, mi trabajo y algunas de mis ilusiones en otro proyecto para seguir teniendo una presencia constructiva en la vida.
Han pasado más de veinte años de ese final que dio oportunidad a otro principio y que, gracias a Dios no ha llegado todavía a terminar.

Pero, recuperando el volver que aparece como título de esta reflexión, como decía, hoy encontré a varias de esas personas que dejé de ver y que en aquel entonces sentí que colaboraron para que a mí se me rompiera un poco el corazón.
Y las vi, y me encontré con ellas sin temor ni rencor, sino dándole su justo valor a ese tiempo y a ese espacio. Curiosamente en el encuentro me sentí reconocida y pude compartir que, sorprendentemente para ellos, todavía me encuentro como creadora de mi caminar.
Sí, al volver a verlos me di cuenta que esa época, como suele ocurrir en la vida, terminó, pero fue el detonador de nuevas oportunidades, quién lo iba a decir, de nuevas experiencias y de la renovación de la esperanza del trabajo y de las ilusiones.
Pero ¿por qué surge está reflexión? Porque ese encuentro fue oportunidad de reconocer que la vida es dinamismo, cambio y experiencias intempestivas, es un ir y venir e, igual como sucede con las olas del mar, la vida sube y luego baja para seguir en su devenir y nuestras decisiones y la comprensión de nuestro compromiso es lo que nos permite, como la ola del mar, fluir hacia arriba y prepararnos para la lógica bajada y que la inercia la devuelva al inicio para seguir y recobrar el impulso de la vida.
Hoy puedo reconocer que todo lo que sucede, sucede por algo, que todo lo que pasa se convierte en fuente de aprendizaje, por difícil que esto sea y que hay que reconocer en las circunstancias una mano que, desde lo alto, siempre está dispuesta a ofrecérnosla para recobrar la esperanza, el trabajo y esa ilusión que necesitamos mientras tengamos vida.
Quiero cerrar esta reflexión con ese vocablo que me enseñaron mis ancestros desde la tierra vasca que los vio existir: Aurrerá y adelante en nuestra lengua, que ni la esperanza ni el trabajo ni las ilusiones se acaben mientras tengamos un hálito de vida.
Ilustraciones: Del archivo fotográfico de la propia autora.
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