Desde mis abuelos como parte de mi historia - Marichoni
Dos ramas que se unieron,
entremezclándose en nosotros,
esa siguiente generación.
Es cierto que existo por mis padres, pero ellos fueron una realidad por los suyos. Por eso quiero referirme a esos abuelos que me dieron posibilidad de existencia.
De Madre:
Alejandro, el vasco, aldeano que dejó su tierra porque no habÃa algo importante para él en ella, era un segundón en la lista de los hijos y no tenÃa derecho al caserÃo, él lo sabÃa. Sin embargo, la decisión de venir a hacer las Américas no estaba tan clara, creo que resultó un poco azarosa, una forma de elegir sobre la marcha. Al salir lo hizo como soldado del Regimiento de Guipúzcoa que venÃa a tratar de recuperar a Cuba, último reducto de las antiguas Colonias de América para la Corona Española, en el año 1895.
Al perder la guerra, para Alejandro, la alternativa era México y, sin mucho pensarlo, cambió la tierra vasca por el paraÃso veracruzano, en el que encontró a la que serÃa su hermosa compañera, Carmen, y asà se prolongaron en mi madre. A él no lo conocÃ, murió pronto y a ella poco la traté porque en mi tierna infancia, también faltó, por ello su recuerdo se pierde en la lejanÃa, pero nada más por ser los padres de mi madre, su valor se acrecienta y engrandece en el tiempo.

De Padre:
Sóstenes, el culto, el guapo, el Ãntegro, de él si puedo ofrecer calificativos porque en mi ser hay huellas imborrables que dejó su calidad humana, y la de ella, otra bella mujer y lo más importante, sensata, inteligente y gran compañera, MarÃa, que transmiten en su encuentro, esa misma calidad humana a su hijo, mi Padre, aunque él con su muy peculiar estilo de ser tan irrepetible.
Su fe para vivir, su sentido del trabajo, su compromiso familiar, su dedicación y calidad de servicio, son esas huellas que quedaron para decidir cómo habÃa que actuar frente a las interrogantes de la vida.

A ellos si los he seguido, los he traÃdo al presente mucho más allá de su partida, cinco meses entre una y otra, no hubiera podido ser de otra manera. Se amaban, se llamaban, se necesitaban y, por ello, él corrió habia ella, creyendo que iba a paso lento, sÃ, cinco meses que a él le parecieron un siglo.
Para ellos si puedo elegir incontables calificativos porque hay una experiencia de presencia aún en la ausencia. Nunca se han ido.
Ilustraciones: del archivo fotográfico de la autora.