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Habitantes - Gabriela Garza Muñoz


I

De otra luz emergía un latido cuando la ciudad se marchaba. Y decías que tu mirada en ese instante ardía y buscabas los precipicios.

Yo era otra cuando conocí la llama de la piel y viví su sed.

No era suficiente estar despierta para habitar un incendio, no importaba lo que decíamos, de otros eran las cicatrices.

Un árbol callaba los pasos de hombres que llevaban sombras en sus ojos y mareas que ya no bastaban. Yo hablaba porque sabía que la calle borraría las palabras para salvaguardar lo que no se podía decir.

Cada uno podía ser alguien más en los rostros que corrían a distancia.

No era el viento, no era el claroscuro de los muros, era la llama que incendiaba lo que habíamos sido cuando la noche estallaba.

¡Era difícil ponerse a salvo!


II

La ciudad lucía distinta. Las palabras eran palomas en una plaza. Los columpios guardaban las risas de los niños y las bicicletas transitaban sin respiro.

En esas calles sólo caminaban sueños ajenos…Yo llevaba la memoria de la tierra en mis manos -Un habitante ancestral- me decías.

Había un camino de esquirlas y teníamos que partir. Poblar otras luces en los linderos.

Conocimos el frío del parque, el sonido del badajo en una campana y los aguaceros en los tejados, pero olvidábamos las caminatas cuando las palabras aleteaban sobre los hombros.

Y me decías que éramos náufragos de nuestras experiencias.… Tú eras el aire taciturno de la plaza. Otros ocupaban la ciudad sin tiempo ni lugar donde las palabras caían con alas rotas.

¡Ya era tarde!

¡Éramos la hoguera y nunca lo supimos!



Ilustración: Yeba Namor

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