La palabra: el oro compartido - Marichoni
- Marichoni
- Jul 3
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A mi especie, gracias por la palabra.

La palabra, ese don extraordinario que solo pertenece a mi especie, esa posibilidad real y concreta de sacar a la luz lo que siento, lo que pienso y lo que creo y también lo que quiero callar, porque el silencio también es palabra.
Con ella nombro, distingo, defino y expreso lo que me rodea y lo que todos ven.
Lo que no ven, lo que está en mi interior y se mantiene oculto para los demás, también está definido por la palabra y, como su uso es un acto de voluntad, la guardo o la comparto a mi gusto.
La palabra me pone en relación con el mundo circundante en lo concreto y también en lo abstracto. La palabra me ayuda a comunicar lo que quiero y a quien quiero, lo que anhelo y lo que sueño y me permite también callar lo que solo es para mí, porque la palabra me pertenece.
Desde antes de nacer, la escuché de mi madre, la integré a mi espectro y con el tiempo le di significado, ha sido el medio para darme a conocer, para decir quién soy y para establecer el diálogo, en el que, en un ir y venir de la palabra, puedo entrar en comunicación.
La palabra me ha permitido comprender a los demás, conocer su mundo, que no siempre es mi mundo, pero que lo puedo entender porque me lo comparten con la palabra.
Es mía y tiene intención, pero también es de los demás y en el entramado de la vida, la entretejo para construir la historia, la de todos, la mía y la de los que ya no están, porque la palabra sostiene el tiempo y me da la oportunidad de conocer la historia construida por los otros, su visión y su mirada porque me lo comunican a partir de la palabra.
Con la palabra he recreado lo que existe y lo he llevado a la fantasía, a lo que no existe y a lo que, imaginándolo, lo hago realidad porque lo digo y lo comparto o porque lo escucho y me lo comparten.
La palabra surge de la oralidad, durante un largo tiempo fue la única manera de usarla hasta, que entre todos la referimos a la escritura y la codificamos. Así no he tenido que estar presente para decir lo que pienso o lo que siento porque al ponerlo por escrito en palabras lo puedo dejar, aún en ausencia, así permanece y permanezco con ella y sí la escribo, ya es de todos, trasciende el tiempo y el espacio.
Aprender es crecer y cambiar, ampliar la perspectiva o modificarla, opinar o escuchar para decidir y todos estos actos se realizan a partir de la palabra.
Qué experiencia maravillosa el uso de la palabra oral o escrita.
Todo está en palabras y con ellas, la posibilidad de mi ser y de mi hacer, y cuando se ha intercambiado durante un tiempo largo y se ha recibido la respuesta a ella, ya también se entiende su significado aún si decirla, porque adquiere una fuerza al construirla y al relacionarla con lo que soy, con lo que pienso y con lo que siento.
Sí, la palabra oral o escrita, es un don indispensable para vivir y para convivir porque es el oro compartido, aún en lo que a veces callamos y no expresamos, porque también en algún momento le hemos dado valor a las palabras que callamos, que guardamos y que no decimos.
Sí, es el oro, es la lengua, es la canción y la poesía, es mi obra y la de los que, me rodean, es el contacto, es el encuentro, es el medio y es el fin, es la oportunidad de ser y de existir, es la eternidad.
Ilustración: Fotografía de Aaron Burden en Unsplash
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