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Memoria en la piel - Alicia García Castelazo



Hoy mientras me lavaba las manos, las observé y recordé. 

 

Eran unas manos blancas, pequeñas, de una niña, subida en un banco de madera para alcanzar la tarja, donde se encontraban dos cazuelas con agua, una para enjabonar los trastes y otra para enjuagarlos. 


Manos de niña que al salir de la escuela ayudaba a barrer con una escoba de popotillo que con la mano se abría como abanico. 


Tardes felices cuando el abuelo traía hojas blancas y lápices de colores.  Las manos de la niña dibujaban caritas de niñas con grandes moños como los que les ponían a sus pequeñas hermanas. 

 

Pasaron corriendo los días, cambio de familia, y las manos pequeñas crecieron un poco. Ahora jugaban con la pelota, ahora jugaba con las teclas del piano e iba aprendiendo jugando con sus dedos. Ahora aprendía a bordar, a tejer a pintar. 

 

Los años pasaron, ahora manejaban matraces, reactivos, microscopios. Probablemente alguna vez sus manos se hayan quemado con algún ácido. 

 

  Llegó el tiempo de madurar y llegaron muchos niños.  Las manos trabajaban intensamente arrullaban, lavaban pañales, bañaban, preparaban comida, lavaban ropa, pero también jugaban, naranja dulce limón partido… y los pequeños tomados de la mano de su madre cantaban. 

 

Llegó el tiempo de descansar y al contemplar mis manos ahora arrugadas manchadas y felices. 


Ahora pintan, escriben cuentos, tejen bufandas y gorros de colores para los nietos 

Ahora tienen tiempo para dejar volar la imaginación y pensar que sus manos pueden ser muchas cosas: palomas, estrellas, nubes caprichosas… 



Ilustración: Fotografía de Lina Tachez en Unsplash

  

 

                                                                      

 

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