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Otra gota de vida: Marcela Guijosa - Marichoni



Gracias Marcela por tu “Altar de Muertos”, gracias por tu referencia a los versos de Octavio Paz: “La cuestión del origen es para el mestizo la central, la cuestión de vida o muerte”.


¿Por qué te doy las gracias a ti, si a otros autores que he leído y me han llegado al alma, no se los he dicho?


Porque hiciste que de golpe se me vinieran a la memoria todos los recuerdos de infancia, no sé si todos, pero tu relato ha hecho que se vayan agolpando a través de cada página leída.

Tu Altar de Muertos me transportó a muchos momentos vividos, a muchas experiencias que regresaron por momentos. Sentí un paralelo en esa búsqueda de identidad en la que me vi influida por dos culturas y por dos amores: México y España.


Me encontré en diciembre, en un autobús de Ómnibus de México, a los catorce años, viajando rumbo a Torreón, en un trayecto que duraba veinte horas, de las cuales yo dormía dieciséis, para ir a ver a la familia que allá vivía y a la que, en cada periodo de vacaciones, visitábamos para las fiestas de fin de año.


Los primos iban al colegio, porque ellos descansaban en el verano, pero eso no me importaba, la ilusión del encuentro me llenaba de emoción y, al igual que tú, cuando visitabas a los tuyos, puedo recordar nuestras aventuras, aquellas tardes sentados en la mesa jugando a la baraja, las noches platicando hasta las tres de la mañana y a esa hora bajar a freír tortillas con jamón y queso, y escuchar la voz de mis tíos: “niños, ya duérmanse, ya cállense, sin obligarnos realmente a hacerlo.


El fin de semana, como estábamos las primas de México, había comida con sobremesa, mi Tío Pedro tocaba la pandereta y mi Tía Esperanza cantaba las mismas coplas que mencionas en tu relato: “Bien se ve, bien se ve que estás mañica de un mañico enamorada, bien se ve”, “con el pimpiririnpimpim, con el pampararampampam, el que no beba vino será un animal”, y en otra parte de la canción: “el agua para bañarse y pa´ las ranas que nadan bien” Y yo me quedé como un animal, específicamente como la rana, bebiendo agua y bañándome con ella.


¡Cómo me identifiqué con tus sentimientos, cómo me encontré comiendo tortillas, tacos y enchiladas, con mayor aprecio que a la paella, los calamares o la tortilla de papa! Mi mestizaje cultural, mexicano para la comida y para sentirme fascinada con las películas de Jorge Negrete: “Me he de comer esa tuna”, “Cuando quiere un Mexicano”… pero amando también a Los Bocheros, “Cogiditos de la mano venimos de buen humor…” llegados de Guipúzcoa y que, por su amistad con Tío Pedro, estuvieron en la boda de Tía Teté, yo, con cuatro años, como su pequeña damita, me dediqué a seguirlos para bailar con ellos, al ritmo de las jotas y los pasodobles.


Vuelvo a decirte, Marcela: gracias por haber recuperado mi infancia, mi adolescencia y mi primera juventud y por recordarme que sigo viviendo entre dos familias: una mucho más cercana a la Hispania, que aunque proviene del País Vasco, antes del franquismo no era tan necesario diferenciarlo del resto de España; y la otra, la mexicana, han construido la estructura de mi mestizaje: entre un abuelo, al que no conocí y que sólo me heredó ese amor a la tierra que había dejado del otro lado del Atlántico y mi arraigo a mi México lindo y querido, crecí amando a estas dos tierras entremezcladas en mi propia historia y que se han seguido manifestando como dos puntos de vista, los cuales he evitado hacerlos rivales. Ellos me han hecho abrir mi mente y mi corazón para poder integrar ahora a mis nuevos pueblos adoptados: Francia, Colombia, Honduras Hungría y Canadá, en dónde han nacido parte de mis descendientes y por lo tanto, los he hecho un poco míos.


Nuevamente, gracias Marcela por haber revivido tanta belleza conjugada en tu historia y en la mía.

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