Adiós a Noviembre - Marichoni
- Marichoni

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Agradecer es de bien nacidos.

Se termina noviembre, se va EL cempasúchil para darle paso a las hermosas Nochebuenas, Cuetlaxóchitl en lengua náhuatl. El naranja cambia por el rojo en nuestro paisaje y con ello nuestro espíritu se llena de gozo. Pero aprendiendo de los pueblos angloamericanos, que antes del fin de noviembre celebran su Acción de Gracias, me gustaría copiar su idea y poder expresar mi gratitud a lo bueno y lo no tan bueno que he vivido en el año:
Gracias al Creador por la vida que me ha permitido seguir viendo el Cielo y sus estrellas y a la Tierra y sus habitantes.
Gracias por el sol, por la lluvia y por la luna que me hablan de la grandeza de su creación.
Gracias a mis cinco hijos, e esos personajes únicos e irrepetibles que son impulso de vida, inspiración para actuar esperanza y decisión para seguir buscando hasta lograr lo que me he propuesto alcanzar, y por seguir representando el significado de amar y luchar.
Gracias a mis trece nietos, a esos trece personajes incomparables que me alegran del amanecer al anochecer con sus logros, sus ocurrencias, su juventud y sus anhelos. A esas ocho niñas, al cual más de hermosas e inteligentes, cada una al estilo de la madre de cada una y a esos cinco niños, ya no tan niños, a los que, en su inteligencia, vuelvo a ver a los que yo crie en mi casa.
Gracias a la presencia de mis cuatro hermanos que me hablan de mi historia y que al verlos, recuerdo cómo eran mis padres y así vuelvo a vivir la complicidad de una infancia en la que todo era pasarla bien.
Gracias a mis queridos primos casi hermanos, porque cuando los veo recobro en ellos los ancestros que compartimos, las historias con las que crecimos, la música que escuchábamos, cantábamos y bailábamos,
Gracias a la que, de ellos, de los primos, nos falta porque su existencia sigue viva en sus dichos, en su simplicidad y en tantas y tantas barbaridades que nos cantaba y recitaba. Su vida ya es eterna.
Gracias a las amigas de siempre, a esas amigas que conocen mis secretos, mis andares y un poco de mis mañas y las perdonan, a esas amigas que rompen el silencio de mis días, que unidas en oración y también entre bobera y bobera que decimos, sanamos, a base de carcajadas, nuestras lógicas preocupaciones.
Gracias a las nuevas amigas que me hacen encontrar nuevas formas de expresar mi mundo interior y me invitan a seguir trabajando y aportando.
Gracias a mis alumnos que, entre su inquietud y su desatención, encienden de luz y fortaleza mi diaria labor y me llevan a buscar sacar lo mejor de mí misma, para lograr agregar, con el granito de la arena de mi trabajo, hacer de este mundo un mundo mejor.
Gracias al tránsito infernal que vivo en esta ciudad porque en la necesidad de cruzar puentes y atravesar calles, saco una fuerza que me hace recobrar tiempos pasados en los que no tenía ni creía en la debilidad que va surgiendo al cumplir décadas de vida.
Gracias a las tortillas de esta mi tierra, porque, en cuanto a sabores, soy absolutamente de la cultura del maíz y sin los condimentos que Don Quijote aconsejaba no consumir: No comas ajos ni cebollas para que no salga por el olor tu villanería.
Gracias a mis ancestros, padres y abuelos, que desde la eternidad me siguen invitando a vivir con los valores que me ofrecieron y que, yo he tratado de ofrecer a los míos. por eso siguen existiendo.
Gracias a mi refugio, a ese pequeño espacio en el que cada objeto ha sido elegido y acomodado como un acto de voluntad y sentido de la estética, y que acoge mi cansancio y mis sueños.
Gracias por la esperanza de abrir, en unos cuantos días, el mes con el que culmina un año más de historia personal y oportunidad de aportar y dejar huella.
Gracias noviembre por lo que me diste de oportunidad y por la posibilidad de decirte adiós.
Ilustración: Fotografía de Good Days Digital en Unsplash






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