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El mestizaje. Una realidad. - Marichoni

El mestizaje hace Hombres

de dos mundos.



    Tengo más de ochenta años de conjugar raíces, de escuchar: esa es tu realidad. No luches ni para la izquierda ni para la derecha porque a veces necesitas ir a un lado y a veces al otro. Si logras aceptarlo estarás más tranquila y podrás ser más creativa, al fin que tienes una riqueza, puedes ver hacia varios puntos del mundo. Otros no tienen la posibilidad de elegir.


    Si volteas hacia arriba de ti, ves a papá y a mamá y los ves unidos, esa es realmente tu condición.


    Después de que pasaron muchos años, encontré mi identidad, la que soy a partir de lo que recibí y de lo que yo aporté.


    Crecí entre la película de: Me he de comer esa tuna y Violetas Imperiales, entre los tacos y el bacalao, entre la jota y el jarabe, entre el Madrid, Madrid de Agustín Lara y el Hace tiempo que tenemos una cuenta los madrileños de corazón, entre los primos de Torreón y los de Monterrey.


 Y ahora ¿te acuerdas de que en un tiempo añoraste la Europa de tus mayores? Ella te robó un hijo y cambió tu perspectiva nacional en esas nietas amadas que nacieron allá y hablan una lengua que no entiendes con claridad.


    Y así, hacia diversas latitudes, otra hija se fue y habla y corre en inglés y francés porque vive en Montreal, allí edificó su hogar después de hacerlo en Toronto.


Para qué luchar por la izquierda o por la derecha si esas nietas canadienses te hablan en tres lenguas y tú solo entiendes una.  


   Pero no quedó allí, otro de tus hijos se casó con una hermosa colombiana y dirás, a ella sí la entiendo, sin imaginar que daría a luz a un nieto húngaro, de padre mexicano y madre colombiana, que ahora vive en Estados Unidos y champurrea todas las lenguas.


    Ni siquiera tu primogénito que se casó con una mexicana como tú, tuvo a dos hijos gringuitos que ellos y su hermana mexicana, por años cantaron el himno nacional de Honduras en el colegio.


    Ni los queretanos de la otra de tus hijas que han dejado de mirar hacia el continente de tus mayores para voltear al conjunto que forman las tierras del mundo.


    Si te viera ese abuelo que cruzó el mar en un barco de tercera clase, porque no le alcanzaba para más, te vería devolviendo al mundo algo del dolor que tuvo su madre, tu bisabuela, cuando lo vio partir y nunca lo vio volver, porque tú, cada vez que despides a uno de tus hijos, se te rompe el corazón. Y después, a sanarlo, a remendarlo, porque hay que seguir apreciando día a día esta tierra cruzada por el Trópico de Cáncer, por esa belleza indiscutible que descubrió tu abuelo, el emigrante, y que ahora ellos, también como emigrantes a la inversa, añoran y reclaman algo para marcar con ello a sus hijos.


    Constatar esto me consuela, me da serenidad para reconocer lo que es en mí: el mestizaje, una realidad.



Ilustración: Fotografía en Unsplash de Jeremy Thomas

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