“Volar como la ilusión
eterna del ser humano.”
Las Alas completas a la edad de más de ochenta y un años, parece que nadie logró rompérmelas.
Según la estadística, yo ya no estoy en la mediana edad, estoy en la casi completa edad, a más de cuatro quintos, ojalá me quede, por lo menos el último quinto para vivir.
Haciendo un recuento, puedo describir que, al desplegar las alas, me tocó romper lo que parecía irrompible: ganar mi propio dinero y ser autosuficiente, trabajar fuera de casa y ser a la vez mamá, y lograr mi aportación, tomar mis propias decisiones y responsabilizarme de sus consecuencias.
Ciertamente me tocó ser joven cuando se hablaba mucho de Derechos Humanos y de Derechos de la Mujer. No conocía ninguna de las dos cartas internacionales que hablan de ello, pero sentía dentro de mí la exigencia de vivir lo que sostenían, creo que las podría haber redactado.
Fui a colegio de monjas y eso no me rompió las alas, por el contrario, me encaminó a levantar el vuelo: trabajé al mismo tiempo que ejercí la maternidad, ésta se transformó. Hace años que ya no me requiere tiempo completo. Lo otro permanece y sigo trabajando.
Ni el matrimonio ni la maternidad me rompieron las alas, pero haber utilizado mi tiempo en ser maestra me las abrió completas porque me dio la oportunidad de hacer un ofrecimiento de valores, de dar la visión de lo que esas Cartas Internacionales sostienen. Y así se las presento a los niños.
Cuando percibo que con ellos se comete una injusticia, me rebelo, abro las alas y les muestro las que cada uno tiene. A lo mejor, también he cometido alguna injusticia hacia ellos, la diferencia es que lo he podido hablar y les he pedido perdón.
La lectura del cuerpo de los niños que hago cuando son mis alumnos, es la que me hace fijar la atención para que logren abrir sus alas: el que camina con la cabeza hacia abajo y los hombros caídos, el que pisa de puntitas con paso incierto, al que le tiemblan los labios antes de hablar, el que abre grandes los ojos cuando se le aborda, ese es el que me hace decir: “Ni ante Dios agaches la cabeza, Él no te lo pide, abre tus alas y ve el horizonte que te da oportunidades. Además, tendrás que incluirme cuando sientas que alguien intenta romperte las alas”.
Aunque estoy fuera de la estadística de las personas de mediana edad, a ellos mismos les he dicho: alarguen el término de la vida unos años más. En la vida todavía hay mucho que hacer y mucho que dar, desplieguen las alas y vuelen, a ver a dónde los pueden llevar. Yo, aunque no lejos, intento volar porque todavía vislumbro oportunidades que alcanzar
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