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Oda a la bicicleta - Carmina Hernández Encarnación



Honor a mi bicicleta

que me lleva a donde

yo quiera.


Al descapotarla

el corazón hace tum – tum.

Me tropiezo con Pancho

¡grrr, grrrr!


En idioma perruno le digo

¡quítate!, déjame pasar.

!sácate! ¡tú no vas!


Respiro aire fresco o el

calor abrazador del día.

Desde que me monto,

me siento ágil y ligera

como el viento.


Empiezo a pedalear,

A agarrar ritmo,

¡Qué lindura!


Paty, la señora que vende

ropa, está

colgando sus ropajes,

los arregla.


Tiende

en el piso los muñecos

de peluche, por catego,

los más finolis atrás, no

vaya ser,

que agarren camino.


A luego me topo con los

muchachones que venden

verdura y fruta,

bien buena, por cierto.


Les grito ¡Bonais, Bonais!

que quiere decir

buenos días, y me gritan

¡adiós Bonais!


En el pollo, hay harta

gente, como si todos

hoy comieran pierna

y muslo.


Quedan de lado

los pollos destazados,

sin piernas y sin muslos.


Haciendo la cola, no falta

a quien saludar o platicar.

Así no se hace larga la espera.


Afuera están las tortillas,

ahí te dice el chama

¿hola amiga, cuánto?


¿Quieres una calientita?

¡Claro! Me la echo con

salsa taquera o verde

según haya sido el

gusto del muchacho.


La marchantita de la

esquina, deja escoger

lo que uno quiera,

no como quiera

cualquiera te deja.


Completada la compradera,

regreso con la lengua de

corbata, pero, feliz.


Soy recibida por Panchito,

que pregunta ¿qué me trajiste?

¡sáquese! ¡déjeme pasar!

Lo desconozco, je je je.



Ilustración: Fotografía de Kevin Lethla en Unsplash

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