El tiempo, una incógnita
Indescifrable,
Renato Leduc, poeta mexicano, dice: Sabia virtud de conocer el tiempo…, el libro del Eclesiastés dice: Hay un tiempo para todo: tiempo de sembrar y tiempo de recoger lo sembrado….
Al tiempo se le compara con el oro, se le da carácter de oportunidad, valor intangible, aprovechable sin razón para desperdiciarlo…
Cuando volteo a ver el reloj luminoso que tengo en mi mesa de noche, ese aparato que marca el tiempo, y veo que son las cinco de la mañana, me digo a mí misma, ya es tiempo de levantarme, y empieza la carrera del día contra el tiempo, aunque el cielo no ha cambiado de cuando puse la cabeza en la almohada, está oscuro ¿será ya tiempo? Pero el cielo empieza a cambiar, de oscuro se le ve clarear, ¿será el tiempo?
La Tierra, en su movimiento sobre sí misma, nos marca cambios en la luz, en el paisaje, hasta en el ánimo, y esto me ayuda a reconocer que el tiempo es movimiento y el movimiento es cambio.
Tal vez por ello hay tantas palabras que expresan el paso del tiempo: momentos, segundos, minutos, horas, los voy utilizando en mi necesidad de moverme cada día y con ello, la exigencia de cambiar al paso del tiempo.
Llega el mediodía y siento que el estómago me dice, acuérdate de mí, tengo hambre, ha pasado el tiempo, las horas recorren el día y mi organismo cambia, así encuentro nuevas palabras para nombrar el tiempo: día, tarde, noche, temprano, nuevamente lo comparo con el movimiento y el cambio: desayunar, comer, cenar y de esta manera cuento también los días.
Pero no los hallo aislados, los agrupo, como lo hace el mundo entero en su gran convención universal: siete los llevo a una semana, 30 los llevo a un mes y 365 los llevo a un año y surgen otras tres palabras que se refieren al tiempo, al movimiento y al cambio: semana, mes y año.
Los franceses dicen: No es lo mismo los Tres Mosqueteros que veinte años después… y los argentinos responden que: Veinte años no es nada…
Y vuelvo al movimiento y al cambio y encuentro nuevas palabras para hablar del tiempo: el cumpleaños de Isabel, el mío, el día que descanso, la Pascua, la Navidad, las vacaciones, todo ello en un determinado tiempo.
Algunos días amanecen fríos, tal vez necesito un suéter, otros en cambio son tan calientes que desearía darme un chapuzón en la piscina, y ¿esas diferencias también se deberán al tiempo? Ahora encuentro otras palabras para nombrarlo: primavera, verano, otoño, invierno. Esto sucede por el recorrido de la Tierra alrededor del sol, nuevamente tiempo, movimiento y cambio.
El tiempo es tan real y tan etéreo que se han buscado múltiples formas de medirlo, de contarlo. Lo que no es posible es detenerlo, por eso hay que apreciarlo, aprovecharlo y disfrutarlo.
Y eso ¿Cómo me afecta? Cuando se tienen más de ocho décadas se cuenta el tiempo con otra visión, se percibe el movimiento, pero se anhela el reposo, se ve la exigencia del cambio, pero se le teme un poco. Pero como sigue apareciendo el tiempo, sea cual fuere el momento, hay que seguir en movimiento y atreverse a vivir el cambio.
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