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Blanco - Anne Labrousse

Una ventana de invierno, el cielo blanco afuera, el silencio, él sabe que el invierno dura cinco meses. Ciudad.

 

Una ventana de invierno, el cielo blanco, el campo blanco, cubierto de hielo fino. Un pozo congelado. El grito lejano de un cuervo, en el bosque solitario.

 

El invierno durará cinco meses más todavía. ¿Para que quiero ser más feliz?

 

Esa melancolía es lo único que llega al fondo de mi alma, que la llena de elementos profundos. Oscuros pero bellos, elementos infinitos.

 

Esa melancolía que llena mi corazón y me recuerda cada uno de mis amores.

 

Una letanía. Un collar de cuentas entre mis dedos tibios.

Cada encuentro quedado en el pasado.

 

Cada encuentro, como una sombra, una huella, como un fierro en la carne, un fierro caliente sólo suavizado por los años cubiertos de ese hielo fino.

 

Aquel hielo fino, transparente que cubre el campo de mi infancia.

 

Para que quiero un día de verano, ligero y cálido sin la tierra helada, la que veo desde mi ventana. Puedo sentir todo . Todo.

 

Puedo sentir todo lo que pasó, hoy y ayer. Y hasta presiento como será la mañana.

 

¿Para que querer la despreocupación si puedo beber todo el agua del pozo?

 

Beber todo el agua del pozo y, todavía, encontrar sabores, minerales, amarguras y todas las capas de la tierra.

 

¿Para que querer campos de flores todos los días del año, si, entre mis dedos, puedo recoger con infinita precaución la mana blanca y polvorosa caída del cielo?

 

La mana que se derrite entre los dedos, debajo de mis uñas, que se derrite para limpiar mi boca.

Y aunque no haya calor, la mana blanca caída del cielo fijo me da sed.

 

Me da sed. Así puedo morder, y el cielo y la tierra.



Ilustración: Fotografía de Mathieu Bigard en Unsplash

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