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El nombre olvidado - Alicia García Castelazo



Pertenecí a la primera generación de llegar a CU. Éramos los grupos de tercer año de la Facultad de Ciencias Químicas. De ingenieros químicos, químicos y farmacobiólogos.


Casi siempre los de farmacia como nos nombraban salíamos a las nueve de la noche, porque las prácticas de laboratorio eran muy laboriosas.


Acostumbraba asistir a la escuela de medicina los viernes entre ocho y nueve de la noche, ya que en el auditorio se presentaba una orquesta de cámara. Siempre he disfrutado de la música. Sola, asistía a esos conciertos de los viernes.


Nada más había un circuito escolar por el cual pasaban los camiones que nos llevaban al paradero, el último horario era a las nueve de la noche al lugar en que se estacionaban los camiones de línea.


Un día a la salida, estaba lloviendo y el camión no pasaba. Estábamos en la parada algunas personas que habíamos asistido al concierto. Ya estábamos preocupados, porque ya era muy tarde. Cuando de repente se paró un carro particular, el joven que lo manejaba amablemente nos preguntó que si queríamos nos llevara al paradero, aceptamos. Le dimos las gracias y cada uno se dirigió a su camión


En algún momento volvió a acercar su coche y me pregunto para donde me dirigía, sin ninguna preocupación conteste voy a Ave. Revolución y Mártires de Tacubaya. Muy amable me llevó hasta mi casa, saludó a mis abuelos y tía y se despidió.


A veces me invitaba un helado o un the negro con limón y azúcar, muy bueno, le gustaba mucho. Era fanático de Richard Wagner, me regaló la monografía.


Hoy reuniendo los libros antiguos, encontré la monografía. Recordé a ese joven tan educado. Hoy, es un nombre olvidado.


Su libro sigue guardado en mi librero, como un bello recuerdo.




Ilustración: fotografía de Heather Barnes en Unsplash

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