Escribir sobre mi historia es una oportunidad de remontarme a un tiempo que ya no tengo, es traer al presente recuerdos y vivencias que resultaron significativas y por eso quedaron en la memoria.
Escribir sobre ellas tiene su encanto, aunque este encanto sea sólo para mí.
Me da miedo que, al contarlas para otros, se rompa este encanto, porque les parezcan insignificantes.
Sin embargo, contar solamente por contar ya resulta un alimento para el alma, la que voy vaciando y deshaciéndome de lo que ya no inspira, de lo que va perdiendo su nutriente.
Pero qué oportunidad de abrir páginas de vida que tal vez fueron pasadas con prisa, volteando hojas de vida que a lo mejor se cerraron sin darles mayor valor y que, al contarlas, se pueden resignificar.
Darle orden a este contar, me permite jerarquizar las vivencias y, al escribirlas, voy descubriendo sentidos y las acomodo por importancia desde la memoria.
Y al escuchar las historias que otros me cuentan, voy comparando experiencias y encontrando semejanzas, voy reconociendo que como seres humanos es más lo que tenemos en común que lo que nos distancia. El elemento común es permanecer a través del texto y eso es hacer historia, acto absolutamente humano.
Por eso, aquí me atrevo a contar algo de vida, a compartir y a dejar una huella que por pequeña que sea, es una referencia de tiempo y espacio que contribuye a saltar para perder el posible olvido.
Ilustración: Fotografía de J W en Unsplash
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