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La vida a ritmo del bolero - Marichoni


El ritmo marca la
armonía de la vida.

¿De cuántas formas se puede expresar el propio sentimiento? Con todo nuestro organismo, que es una caja de herramientas para comunicar nuestro propio yo interior.


El ritmo lo marca la vida en las propias circunstancias, ante las que yo respondo, interpretándolas como estímulos para ir hacia los otros


El cuerpo es la palabra, la mirada es el silencio. Es mi obra que, al ser mía, es creativa e inédita, aunque sea repetición de lo que otro ofreciera antes de mí o en el momento que vivo. Al hacerla yo, se convierte en única e irrepetible. Si soy capaz de seguir ese ritmo de la vida, la obra se concreta, permanece y se convierte en existente, aunque yo desaparezca.

El tiempo se detiene porque mi obra se muestra, me da a conocer, me mantiene, y así encuentro un sentido para mi existencia, una razón que me da significado, una expresión de realización.


Pero no sólo mi obra es la que me da significado, es la obra humana, cualquiera expresión de permanencia la que me confronta y me complementa, la que me habla de mí a través de lo que otro ha hecho, de lo que hace y, ese ritmo que parece cíclico, se muestra diferente en cada vuelta de la vida. Aunque parece repetido, es otro porque resulta modificado.


El ejemplo nos lo dio Ravel, él necesitó decir, con una armonía dicha muchas veces, que permanecería, eso era lo que deseaba. Su Bolero puede ser una expresión de la vida, ese ir de menos a más, hasta llegar al clímax, ese punto que se descubre como la meta personal.


Quien descubre a tiempo, su propio ritmo, su propia meta y en el camino pone en juego todo su organismo, como caja de herramientas de su propia expresión, es el que podemos considerar que trasciende el tiempo y alcanza la eternidad.




Ilustración: Fotografía de Marius Massalar en Unsplash

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