Esta historia toma lugar en la Ciudad de México.
Hace muchos años, después de una relación desastrosa, una amiga me recomendó hacerme una limpia. Estaba yo al final.
Creo que había tocado fondo. Ni la psicóloga ya me podía ayudar. Así que fui. Me llevó mi amiga Isabelle. Fue interminable el camino. Nunca supe donde fuimos exactamente. Un lugar feísimo en la periferia de la capital.
Isabelle me dejó allá, enfrente de la casa donde se realizaría la limpia. Y se fue. Me sentí tan abandonada!
Ya bajaba el sol. Iba a caer la noche pronto y me arrepentí en seguida. Pero Isabelle ya había desaparecido en su coche.
Toque la puerta. Más me arrepentí cuando me abrieron. Una mujer sucia y sospechando de mi, me abrió tras un largo rato. Me hizo cruzar una sala asquerosa donde un tipo igual de asqueroso bebía ron blanco directamente de la botella.
Me lanzó una mirada sucia.
La mujer, que ya me daba terror, me llevó afuera, a una suerte de habitación muy extraña y muy pequeña.
Me pidió que me desnudara. Me vació ron en el pelo, polvo de cañón, huevo. Vertía todo con medio coco.
Luego me pasaba el coco en la cabeza y contaba cosas que no entendía.
Ya había caído la noche. Entonces, me llevó afuera, al patio inmundo. Trazó un círculo y me hizo brincar.
Ante de eso, me pasó dos pollos vivos en la cabeza. Fue horroroso, los pollos se hicieron en mi pelo. Luego, los mató y me llegó algo de sangre.
Hizo un círculo de fuego y yo tenia que brincar. Tenía un miedo tremendo de lo que pudiera pasar.
Por fin, después de un larguísimo tiempo, pude salir.
Y por la ventana noté que el hombre seguía con la botella de ron.
Tomé el primer taxi que me aceptó así. Apestaba. Todo el coche olía a esta espantosa limpia. El chofer se quedó callado. Yo parecía un alien.
Una vez a salvo en mi casa, me tome la ducha más larga de mi vida.
Ilustración: Fotografía de Frames for your heart en Unsplash
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