Las palabras nunca alcanzan cuando
hay lo que hay que decir desborda el alma.
Julio Cortázar
Las palabras nos sirven y las necesitamos para definir lo indefinible y para nombrar lo innombrable.
Todo un mundo interior en cada ser humano que me rodea, todo un mundo interior que vive en mí y que me representa en todos mis aspectos, los que se ven y los que no pueden ser percibidos a simple vista. Todo eso que es invisible a los ojos como dice “El Principito".
Tengo no sé cuántas palabras para hacerlo objetivo, pero ¿serán suficientes para hablarles de mi mundo? ¿tendrán el mismo significado para los demás del que le he dado?
No sé, a veces no se requerirá esa combinación de grafías que armonizan el sonido y que cada quien interpreta a su manera, otras veces resultará necesario y, en ese caso, con la limitación que me ofrecen o con la claridad que me brindan, podré intentar nombrar lo innombrable de mi mundo interior.
Del exterior, los demás se encargarán aunque yo no lo quiera. A veces dirán lo que no quise decir y creerán que pienso lo que nunca pensé porque son dueños de la interpretación de las palabras, igual que hago yo. Sólo soy dueña de las que me pertenecen porque con ellas intento definir lo indefinible.
Pero en un ejercicio primario de ida y vuelta de las palabras, con tiempo, con apertura, con deseo de comunicar, tal vez pueda nombrar eso que creí que no se entendería, eso que sentí que solo era para mí y qué, a partir de las palabras, lo puedo compartir.