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Respondiendo a Marcel Proust - Marichoni

Updated: Jun 9

Él Preguntó y yo respondí  

El principal rasgo de mi carácter es la capacidad de hacer esfuerzos para no sentir que me quedo atrás, para superar los escollos del camino y para sentir que dejo huella.

La cualidad masculina que más aprecio es la honestidad en todas sus formas, la decisión de abrazar los valores y los principios que dirigen su rumbo.

Y en la mujer, la capacidad de ser ella misma sin sumisión, con fortaleza y discreción, reconociendo el papel trascendente que tiene para la humanidad.

De mis amigos espero que siempre estén conmigo, que me confronten, pero me apoyen, que me integren a su vida, como yo lo he hecho con ellos, si esto no es así, no los considero amigos.

Mi principal defecto es la impulsividad, que he ido apaciguando al cabo de los años reconociendo algún descalabro que sufrí por no contar hasta diez, por lo menos hasta cinco en varios momentos de la vida.

Mi ocupación favorita es a la que le he dedicado más de la mitad de mi vida, a la educación de personas que, por confiar en mí, son el motivo de mi hacer y mi quehacer con calidad y absoluto respeto a su persona.

Mi ideal de felicidad no existe, lo que entiendo por felicidad es la capacidad de apreciar y valorar esos momentos en los que sucede la magia momentánea que, al traerla al recuerdo, me vuelve a causar felicidad. Son instantes que guardo en mi corazón.

Mi mayor desgracia sería que le ocurriera algún evento trágico a alguno de mis hijos o a alguno de mis nietos en este momento visualizo imposible de superar algo así.

Lo que me gustaría ser es lo que soy, aceptarme con posibilidades de nuevos y desconocidos logros. Muy diferente respondería si la pregunta fuera ¿qué te gustaría hacer? Si, hacer y no ser, allí tendría que pensar un poco más para responder porque todavía veo oportunidades inexploradas frente a mí.


El país en el que desearía vivir es México, lugar en el que vivo, en el que me sé mover, en el que domino los estilos y exigencias, en el que reconozco las limitaciones y lo que me desagrada, pero en donde sé cómo puedo responder, decididamente elijo vivir en México.

Mi color favorito el verde pistache, siempre en tono claro, pero no es el único, no me resulta tan fácil descartar todos los demás colores que me propone un paisaje bucólico o citadino.

Mis flores favoritas son las que me ofrece cada estación: las jacarandas al inicio de la primavera, las azucenas hacia mayo, extendiéndose hasta el principio del verano, el cempasúchil para noviembre y mi adorada nochebuena que me habla de esa etapa de fiestas que tanto disfruto, pero no puedo perder de vista las rosas que, al igual que la vida, hay que tomarlas con cuidado para no espinarse y, de esa manera, tener la oportunidad de disfrutar de su belleza.

Mi pájaro preferido es el pequeño colibrí en todas sus variantes, su movimiento aéreo me invita a no quedarme estática para seguir sintiéndome viva.

Algunos de mis autores preferidos en prosa a quienes les debo mi gratitud por su existencia son los que conocí desde niña, los que he ido descubriendo y los que sin saber quiénes son y me ofrecen en sus textos algo que detona en mí una alegría, una reflexión, un momento de esparcimiento, un conocimiento y quién sabe cuántas cosas más. No logro definirme por alguno en especial.

Mis poetas, esos a los que me enseñaron a amar: Rubén Darío, Antonio Machado, León Felipe y a quienes he ido descubriendo, como a Aliria Morales, que me van develando la maravilla de su ritmo y su musicalidad sin notas, pero con letras.

Mi héroe de ficción es Harry Potter, porque es fuente de encuentro con mis hijos y nietos, personaje del que hablamos ya que, sin preverlo, nos puso en sintonía.

Entre heroínas te veas, así quiero definir a las mujeres de mi familia, las que me antecedieron y las que comparten conmigo una historia común.

Una pregunta imposible de responder es sobre mis músicos preferidos, personificando mis gustos, un poco de todos, de esos eternos que se mantienen en el estrellato: Mozart, Beethoven, Rachmaninoff hasta llegar a Guti Cárdenas y José Alfredo Jiménez y Cri Cri, y los que me enseñaron como tradición en mi infancia, las coplas, zorcicos, jotas y habaneras.

Con los pintores me ocurre algo semejante, es tan larga la lista de obras que me gustan que ni me detengo a mencionarlos, además ni siquiera todas las obras de alguno de ellos me gusta, selecciono para conformar mi collage pictórico.

El héroe que conocí, que se mostró hasta el final, el que me llevó al aprecio, a la valoración, a la admiración y a amarlo. Mi padre.

Me gusta mi nombre, además lo comparto con dos mujeres profundamente queridas: mi madre y mi hija, el llamarme como casi nadie se llama, me gusta, me hace diferente, sí, definitivamente me gusta mi nombre.

Me molesta la impuntualidad, me encantaría controlar el momento adecuado en tantas y tantas situaciones de la cotidianidad que escapan a mi voluntad.

Definitivamente no soporto ni por asomo, el hábito del ajo y la cebolla tan extendido, tan cultural, tan popular y, tan detestable para mí, eso me hace taparme la nariz cuando están cerca.

El actual presidente de mi país me pone de malas y de retemalas, cada día se acrecienta esa incomodidad.

No me causan admiración los hechos de armas, reconozco que han sido incontrolables y de todos los tiempos y de todas las culturas. No sé si han sido necesarios, pero nunca admirables.

Estaría bastante encantada si tuviera la virtud de la paciencia, aunque tengo, como cualquier ser que transita por este planeta algunas virtudes, pero carezco de esa precisamente que me haría ser más serena y me evitaría sobresaltos.

Para recibir a la muerte, a la que no me gusta mucho llamar, por si las dudas, me gustaría hacerlo sin preámbulos, en forma rápida y sin muchos anuncios, tan solo recibirla y seguirla porque es ley de vida.

Generalmente veo la vida con alegría y entusiasmo, hasta que algo me lo cambia y entonces, después de llorar, recobro mi condición de entusiasmo.

El defecto que me irrita es la sumisión de la mujer para hacerse víctima o para manipular, a partir de aceptar sin chistar, hay que hacer llegar con fuerza y con decisión esa voz femenina para que nadie dude de su presencia y su aportación.

Tengo como máxima: La que pude ser saluda respetuosamente a la que soy.



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